domingo, 18 de noviembre de 2012

Música en la Antigüedad

Introducción


Antes de comenzar con la historia de la música en la Edad Media (y analizar el fragmento de canto gregoriano que puse en la primera entrada) quería hacer una pequeña introducción acerca de la música antigua, especialmente en Grecia, ya que, como en todos los ámbitos, su influencia en la cultura occidental ha sido determinante.

Antes de los griegos


Obviamente la música no nace con los griegos. Existen ejemplos de instrumentos antiguos (flautas hechas con hueso, tambores, etc) desde la Edad de Piedra. La cuestión de por qué surge la música es muy interesante, pero me temo que se sale de los objetivos de este humilde blog, así dejemos que sean los antropólogos y etnomusicólogos los que la aborden.

Dejando la Edad de Piedra, hay evidencias de que la música en Babilonia (alrededor del 1800 a.C.) ya era de una cierta sofisticación. Por ejemplo, se conocen escritos acerca de cómo afinar los instrumentos que indican que usaban escalas diatónicas de siete notas, similares a las que posteriormente emplearon los griegos y el resto de occidente. Incluso son babilónicos los primeros ejemplos de notaciones musicales, aunque por desgracia se conoce tan poco de dicha notación que no podemos saber cómo sonaba su música.

La música en la Antigua Grecia


A diferencia de los babilónicos, de los griegos sí se conservan melodías en una notación que se ha podido descifrar (más abajo veréis un enlace a una de ellas). Esta notación es al menos de siglo IV antes de Cristo, aunque por las pinturas conservadas parece que los músicos solían aprender las melodías por imitación.

La música en Grecia se convirtió en un fenómeno de gran importancia social. Los autores de las composiciones eran reconocidos y valorados, y al mismo tiempo existían competiciones de músicos virtuosos y festivales de música instrumental y vocal. No obstante, gran parte de la música, sobre todo en entornos domésticos, era tocada por esclavos.

Los griegos dedicaron muchos escritos a desarrollar la teoría musical. Se ocuparon tanto de cuestiones técnicas (afinaciones, escalas o instrumentos) como de cuestiones filosóficas (efectos psicológicos de la música o usos adecuados de la misma). Como ejemplo destacado del primer grupo de escritos podemos señalar a Pitágoras (siglo VI a.C.) y su escuela, que según la tradición fue la primera en encontrar la correspondencia entre música y matemáticas y usar dichos conocimientos para la construcción de escalas y la afinación de instrumentos. En el anexo describiremos con algo de detalle esta cuestión. Y como ejemplo del segundo grupo podemos citar a Platón (siglos V-IV a.C.) , que trata de los efectos de la música en Timeo y sobre todo en La República.

En éste último, Platón es consciente de los profundos efectos de la música en el estado de ánimo, y por ello la considera como un medio privilegiado de educación. Así lo dice, como siempre por boca de Sócrates:

- Y si la música es la parte principal de la educación -proseguí-, ¿no es acaso, Glaucón, porque el ritmo y la armonía son especialmente aptos para llegar a lo más hondo del alma, impresionarla fuertemente y embellecerla por la gracia que les es propia, siempre que esta educación se dé como conviene, pues de otra manera produciría efectos contrarios? ¿No es éste también el motivo por el cual un joven que ha recibido una educación musical conveniente percibe con claridad lo que hay de imperfecto y defectuoso en las obras del arte y de la naturaleza y mientras más le desagradan, mejor advierte y elogia la belleza que encuentra a su alrededor, dándole asilo en su alma y nutriéndose de ella, por así decirlo, y haciéndose un hombre de bien? Al paso que sentirá desprecio y aversión por todo aquello en que observe fealdad, y esto le ocurrirá desde la edad más temprana, antes de poderse dar cuenta de ello por la razón, y más adelante, cuando llegue al uso de la razón, ¿no habrá de acogerla con alegría porque la educación que ha recibido establecerá entre él y la razón un vínculo estrecho y familiar?

En este diálogo se declara contrario a las armonías tristes y lastimeras, inadecuadas para hombres y mujeres en general, y a las armonías dulces y melosas, que no sirven para la educación del guerrero:

- ¿Y cuáles son las armonías lastimeras? Tú puedes decírmelo, porque eres músico.
- La lidia mixta -respondió-, la lidia aguda y algunas otras similares.- ¿Habrá pues que suprimirlas? -pregunté-. No me parecen apropiadas para las mujeres, que deben ser discretas, y mucho menos para los hombres.
- Sin duda.
- Hay que decir también que nada es menos conveniente para los guardianes de la ciudad que la embriaguez, la molicie y la pereza.
- Estoy de acuerdo contigo.
- ¿Y cuáles son las armonías muelles y propias de los festines?
- La jonia y la lidia -contestó- que suelen llamarse laxas.
- ¿Y crees tú, amigo mío, que convengan a los guerreros?
- De ningún modo -contestó-. Y ya no quedan sino la doria y la frigia.


Por tanto, descarta todos los modos conocidos salvo dos (en el anexo intentaré explicar qué son los modos), y se pronuncia a favor de las armonías vigorosas (que estimulan el valor del guerrero) y de las tranquilas (que recuerdan a un hombre que invoca a los dioses):

Yo no entiendo de armonías -proseguí-, pero déjanos aquellas que imiten convenientemente el tono y el acento de un hombre valeroso, comprometido en una acción de guerra o en cualquier otro esfuerzo denodado, y que cuando se encuentra en una situación desgraciada, cuando es herido, o se ve expuesto a morir, o es víctima de algún accidente desdichado, se enfrenta en toda circunstancia con su suerte sin desconcierto y con entereza. Y déjanos otra armonía para imitar el tono y los acentos del hombre que emprende una acción pacífica y por completo voluntaria, que trata de convencer o suplicar a los dioses con preces y a los demás hombres con enseñanzas y consejos. O que se muestra sensible a los ruegos, a las lecciones o a los consejos de sus semejantes, logrando alcanzar la realización de sus deseos sin enorgullecerse jamás adaptándose a las circunstancias y conduciéndose con moderación y prudencia. Éstas son las armonías que debemos reservar, enérgica la una, tranquila y apacible la otra, y que mejor pueden imitar los acentos del infortunio, a dicha, la prudencia y la valentía.

Más adelante se pronuncia también sobre el ritmo y sobre los instrumentos musicales, limitando del mismo modo el número de estos:

- Entonces -proseguí- para nuestros cantos y melodías no tendremos necesidad de instrumentos de muchas cuerdas ni que produzcan todas las armonías.
- Me parece que no -dijo.
- Ni tendremos que sostener fabricantes de triángulos, plectros y todos aquellos instrumentos de muchas cuerdas y diversas armonías.
- También me parece que no -dijo.
- ¿Y admitirías en nuestra ciudad a los fabricantes de flautas y a los flautistas? ¿No es la flauta el instrumento que tiene más sonidos? Y los instrumentos que reproducen toda clase de armonías, ¿no son acaso imitaciones de la flauta?
- No son otra cosa -dijo.
- No quedan, pues -afirmé-, sino la cítara y la lira para la ciudad, y en el campo una especie de siringa para los pastores.

- A lo menos -dijo- es la consecuencia de nuestro razonamiento.
- Por lo demás, amigo mío, no hacemos nada extraordinario prefiriendo a Apolo y sus instrumentos más que a Marsias y los suyos.
- ¡Por Zeus! -exclamó-, opino lo mismo.
- ¡Y por el perro! -exclamé a mi vez-. Sin darnos cuenta de ello, nos hemos dedicado a purificar nuevamente a la ciudad, que estaba llena de lujos, según decíamos hace un momento.
- Y hemos procedido sensatamente.

- ¡Pues bien! -exclamé-, terminemos de purificarla! Después de las armonías, hablemos de los ritmos. No para buscar ritmos variados ni de toda clase de pies, sino para determinar cuáles son los que mejor expresan la vida de un hombre ordenado y valeroso y, una vez hallados, ajustar la medida y la melodía al lenguaje de tal hombre, y no sus palabras a la medida y la melodía. Te corresponde a ti, como lo has hecho con las armonías, determinar cuáles son esos ritmos.
- ¡Por Zeus! -replicó-, no sé qué decirte. Sólo sé, por haberlo estudiado, que hay tres especies de ritmo que sirven para componer las medidas, así como hay cuatro especies de tono de donde proceden todas las armonías, pero no podría decirte qué carácter de vida representa cada ritmo.
- Sobre este punto -repliqué- consultaremos a Damón para saber qué metros corresponden a la vileza, la soberbia, la demencia y otros defectos, y qué metros se han de reservar para las virtudes opuestas. 


Hay que tener en cuenta que Platón escribió la República poco después de finalizada la terrible guerra del Peloponeso, que había enfrentado a las polis griegas entre sí durante cerca de treinta años. Al filósofo le preocupaba forjar la educación de un ciudadano prudente y a la vez valiente, capaz de defender con las armas la libertad de su ciudad.

Surge así el fenómeno de controlar la música, que se concibe como una parte integral de la formación de ciudadanos siguiendo un patrón determinado. No es difícil observar los paralelismos que esto guarda con lo acontecido durante los totalitarismos del siglo XX, aunque todavía nos queda mucho para llegar a esto.

Aristóteles (siglo IV a.C.) fue menos restrictivo que Platón en sus escritos. En su Política defiende que la música no sólo puede ser usada con fines educativos, sino también lúdicos, y que las emociones negativas que la música infunde en el alma, como la tristeza que Platón rechaza, pueden servir para purgar el espíritu de los que la escuchan.

Esto está en consonancia con su teoría estética de la catarsis, que reconoce en la tragedia un medio para purificar o redimir el alma de los espectadores. Al involucrarse en la trama, el espectador puede experimentar las pasiones junto con los personajes sin temor a sufrir sus verdaderos efectos, educándose de este modo en el manejo de sus propias pasiones.

Veamos cómo lo dice el propio Aristóteles:

Ante todo, ¿debe la música ser comprendida en la educación o debe ser excluida?, ¿qué es realmente de los tres caracteres que se le atribuyen?, ¿es una ciencia, un juego o un simple pasatiempo? Es posible la duda, porque la música presenta igualmente estos tres caracteres. El juego no tiene otro objeto que la distracción; pero es preciso que ésta sea agradable; porque es un remedio para las penalidades del trabajo. También es preciso que el pasatiempo, honesto como es, sea agradable, porque el bienestar sólo existe mediante estas dos condiciones; y la música, según parecer de todo el mundo, es un delicioso placer, aislado o acompañado por el canto. 

(...)

En cuanto a cierta opinión común que recomienda el cultivo de la música, no por sí misma, sino como un utilísimo medio de descanso, puede preguntarse, aun aceptándola, si la música es verdaderamente cosa tan secundaria, y si no se le puede asignar un fin más noble que aquel vulgar empleo. ¿Es posible que no pueda esperarse de ella otra cosa que este vano placer, que excita en todos los hombres? Porque no se puede negar que causa un placer físico, que encanta sin distinción a todas las edades y a todos los caracteres. ¿O es cosa que debe averiguarse si ejerce algún influjo en los corazones y en las almas? Para demostrar su poder moral, bastaría probar que puede modificar nuestros sentimientos. Y ciertamente los modifica. Véase la impresión que producen en los oyentes las obras de tantos músicos, sobre todo de Olimpo. ¿Quién negará que entusiasma a las almas? ¿Y qué es el entusiasmo más que una modificación puramente moral? Basta, para renovar las vivas impresiones que la música nos proporciona, oírla repetir aunque sea sin el acompañamiento o sin la letra.

La música es, pues, un verdadero goce; y como la virtud consiste en saber gozar, amar, aborrecer, como pide la razón, se sigue que nada es más digno de nuestro estudio y de nuestros cuidados que el hábito de juzgar sanamente las cosas y de poner nuestro placer en las sensaciones honestas y en las acciones virtuosas. Ahora bien, nada hay tan poderoso como el ritmo y el canto de la música, para imitar, aproximándose a la realidad tanto como es posible, la cólera, la bondad, el valor, la misma prudencia, y todos los sentimientos del alma, como igualmente todos los opuestos a éstos. Los hechos bastan para demostrar cómo la simple narración de cosas de este género puede mudar la disposición del alma; y cuando en presencia de simples imitaciones se deja uno llevar del dolor y de la alegría, se está muy cerca de sentir las mismas afecciones en presencia de la realidad. Si al ver un retrato, siente uno placer sólo con mirar la copia que tiene delante de sus ojos, se consideraría ciertamente dichoso si llegara a contemplar la persona misma, cuya imagen tanto le había encantado. Los demás sentidos, como el tacto y el gusto, no reproducen ni poco ni mucho las impresiones morales; el sentido de la vista lo hace suavemente y por grados, y las imágenes a que aplicamos este sentido, concluyen poco a poco por obrar sobre los espectadores que las contemplan. Pero ésta no es precisamente una imitación de las afecciones morales; no es más que el signo revestido con la forma y el color que ellas toman, limitándose a las modificaciones puramente corporales que revelan la pasión. Pero cualquiera que sea la importancia que se atribuya a estas sensaciones de la vista, jamás se aconsejará a la juventud que contemple las obras de Pauson, mientras que se le pueden recomendar las de Polignoto o las de cualquier otro pintor que sea tan moral como él.

La música, por el contrario, es evidentemente una imitación directa de las sensaciones morales. Cada vez que las armonías varían, las impresiones de los oyentes mudan a la par que cada una de ellas y las siguen en sus modificaciones. Al oír una armonía lastimosa, como la del modo llamado mixolidio, el alma se entristece y se comprime; otras armonías enternecen el corazón, y son las menos graves; entre estos extremos hay otra que proporciona al alma una calma perfecta, y este es el modo dórico, único que, al parecer, causa esta última impresión; el modo frigio, por el contrario, nos llena de entusiasmo. Estas diversas cualidades de la armonía han sido bien comprendidas por los filósofos, que han tratado de esta parte de la educación, y su teoría no se apoya sino en el testimonio de los hechos. Los ritmos no varían menos que los modos. Los unos calman el alma, los otros la conmueven; pudiendo ser las formas de estos últimos más o menos vulgares, de mejor o peor gusto.

Es por lo tanto imposible, vistos todos estos hechos, no reconocer el poder moral de la música; y puesto que este poder es muy verdadero, es absolutamente necesario hacer que la música forme parte de la educación de los jóvenes. Este estudio guarda también una perfecta analogía con las condiciones de esta edad, que jamás sufre con paciencia lo que le causa fastidio, y la música por su naturaleza no lo causa nunca. La armonía y el ritmo parecen cosas inherentes a la naturaleza humana, y algunos sabios no han temido sostener, que el alma no es más que una armonía, o, por lo menos, que es armoniosa.

Como veis tengo tendencia a irme por las ramas, pero quería incluir estos textos porque ilustran la importancia que cobró la música en Grecia. En el futuro prometo intentar al menos no hacer entradas tan largas.

Siguiendo con la música griega en sí, no sabemos mucho acerca de su textura. La que ha sobrevivido es monofónica (es decir, una sola línea melódica), pero no sabemos si usaban algún tipo de acompañamiento musical distinto a la melodía principal, creando una textura heterofónica, o incluso si superponían diferentes melodías dando lugar a algún tipo de polifonía, aunque esto es poco probable.

En fin, voy terminando ya la entrada con el fragmento musical que prometí al principio. Se trata del Epitafio de Seikilos, cuya datación varía entre el 200 a.C. y el 100 d.C.. Aquí podéis leer algo más sobre la obra. Simplemente diré que se trata de una bellísima melodía en modo frigio (uno de los dos que Platón salva de la quema), de gran melancolía llena de serenidad y aceptación, y cuyo texto es el siguiente:

Mientras estés vivo, brilla; no dejes que nada te entristezca.
La vida es corta, y el tiempo exige su retribución.




Anexo sobre teoría musical


Quería decir algo acerca de las escalas musicales, de las contribuciones de los pitagóricos en la afinación y de los modos griegos. Como advertí en la primera entrada del blog, no tengo conocimientos de teoría musical, pero creo que el tema es suficientemente interesante como para que dediquemos un pequeño esfuerzo a entender estos conceptos.

Una escala musical es la sucesión ordenada de todas las notas que constituyen un universo musical (una canción o melodía). Podemos entender que son el alfabeto permitido. Existen numerosas escalas que han aparecido en diferentes culturas. Lo que caracteriza a cada una de ellas es la relación entre las frecuencias vibratorias de las notas consecutivas. A partir de estas relaciones se definen los intervalos entre las notas. Es importante dejar claro que lo importante es la relación entre las frecuencias, y no las frecuencias en sí. Determinar la frecuencia absoluta de una nota, es decir, fijar la escala, es una convención.

Actualmente se define la frecuencia de La en 440 Hz, y de este modo se deducen las del resto de notas de nuestra escala musical. Esto es importante a la hora de afinar los instrumentos, especialmente cuando se trata de una agrupación de ellos que debe estar afinada de forma homogénea. Pero para lo que sigue podemos olvidarnos de las afinaciones y centrarnos en las escalas y sus intervalos.

Los pitagóricos se encuentran entre los primeros que sistematizaron el estudio de las escalas musicales. Para ello partieron de la armonía, es decir, del estudio de las sensaciones -agradables o desagradables- que se producen en el oído cuando se escuchan dos o más sonidos simultáneos.

Básicamente, cuando se produce una nota a una determinada frecuencia que llamaremos base, se producen al mismo los armónicos, cuyas frecuencias son múltiplos enteros de la frecuencia base. Estas notas son percibidas como consonancias, porque al combinarse con la nota base no se producen interferencias que den lugar a batidos desagradables para el oído. La consonancia es mayor cuanto más bajo es el múltiplo. Así, la frecuencia doble corresponde a la octava, que es percibida por nuestro oído como la misma nota en un registro superior. La frecuencia triple corresponde a la quinta, que en la tonalidad es llamada la nota dominante respecto a la base por su relación de parentesco -consonancia- tan cercana. Y así sucesivamente vamos obteniendo casi todas las notas.

Aquí podéis leer algo más sobre los armónicos.

Hablando un poco más en general, percibimos como consonantes dos sonidos cuando definen un intervalo (su cociente de frecuencias) que está dado por una fracción de números enteros pequeños.

Como las octavas y las quintas son las más importantes en términos de consonancia, los pitagóricos comenzaron a afinar sus instrumentos de este modo, partiendo de una nota base y añadiendo su quinta y las quintas de todas las notas que van apareciendo. Este sistema es el más básico y permite tocar melodías simples, basadas en quintas, pero otras relaciones menos directas, como las terceras mayores (cuya relación de frecuencias viene dada por 5:4) no aparecen en el sistema, y por tanto empezó a quedarse limitado cuando los compositores decidieron explorar otros intervalos. Aquí podéis leer algo más sobre la historia de la afinación pitagórica.

Por su parte, Ptolomeo (siglo II d.C.) diseñó un sistema de entonación más complejo, en el que todas las relaciones de intervalos son puras y por tanto más consonantes. Hoy es llamado temperamento justo. Aquí podéis leer (en inglés) sobre dicho sistema.

Por último, sobre los modos, aquí y aquí, son similares a las escalas; cada uno constituye un universo musical. Muchos se transmitieron con pocas variaciones a la edad media y el renacimiento, aunque posteriormente, con el desarrollo de la tonalidad, se limitó el número de modos usados a dos: mayor y menor.

Quizás este anexo haya quedado un poco caótico, pero si tenéis alguna duda podéis escribir en los comentarios y trataré de contestar. Espero al menos haber despertado vuestra curiosidad para que vosotros mismos indaguéis sobre estos temas.

2 comentarios:

  1. Pecador menudo curro te has pegado. I'm Boquerón.

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Di algo, fistro, cobarde, pecador!