sábado, 8 de diciembre de 2012

La música en el primer milenio

Introducción


En la anterior entrada vimos que en Grecia existió ya una importante cultura musical, tal y como reflejan los escritos de los filósofos, e incluso llegaron a desarrollar un sistema de notación.

Sin embargo, en la Alta Edad Media se perdieron casi todos estos conocimientos, y la lenta tarea de recuperación estuvo dirigida por la Iglesia. Por ello nos dedicaremos a estudiar principalmente la música de la liturgia, ya que además es la que posteriormente evolucionó hacia lo que hoy conocemos como música culta o clásica.

En esta entrada recorreremos la música litúrgica desde los primeros años de la cristiandad hasta los albores de la polifonía, dejando el surgimiento de ésta para una próxima entrada.

Los primeros cristianos


Durante mucho tiempo se ha sostenido que la música litúrgica cristiana tuvo como origen a la hebrea (el cristianismo es una escisión del judaísmo, y su liturgia contiene recitaciones y cantos de salmos bíblicos). No obstante, no está claro que exista una conexión tan directa que nos lleve desde los cantos de los primeros cristianos hasta los ritos judíos.

En primer lugar, porque la salmodia precristiana judía que se practicaba en los templos se terminó cuando en el año 70 d.C. el propio Templo de Jerusalén fue destruido por los romanos. Y en segundo lugar, porque en el rito judío los cantos de los salmos eran acompañados de numerosos instrumentos, de forma opuesta al canto llano de los primeros cristianos, como muestra por ejemplo el Salmo 150:

Alabad al Señor en su templo,
alabadlo en su fuerte firmamento.
Alabadlo por sus obras magníficas,
alabadlo por su inmensa grandeza.
Alabadlo tocando trompetas, 
alabadlo con arpas y cítaras,
alabadlo con tambores y danzas, 
alabadlo con trompas y flautas,
alabadlo con platillos sonoros, 
alabadlo con platillos vibrantes.
Todo ser que alienta alabe al Señor.

Por tanto, existen controversias acerca del origen de los cantos usados en la liturgia cristiana.

Sí podemos afirmar dos cosas con cierta seguridad. La primera, que la salmodia no estaba presente en los primeros años de la cristiandad, como prueba el testimonio de San Justino, mártir (100-165), cuya obra Apología, contiene la descripción más antigua de la liturgia de la que se tiene constancia. San Justino menciona lecturas de los profetas, de los evangelios, sermones, rezos y alabanzas, pero no salmos ni cantos.

La segunda, que los cantos de salmos se habían incorporado a la liturgia ya en el siglo V y posiblemente antes, como muestra el testimonio de una monja española, Egeria, que peregrinó a Jerusalén y describió las celebraciones litúrgicas a las que acudió:

Cada mañana, antes del canto de los gallos, se van abriendo todas las puertas de la Iglesia y comienzan a bajar todos los monjes y las monjas; y no sólo ellos, sino también laicos, tanto los hombres como las  mujeres que desean hacer la vigilia matutina, y, desde esa hora hasta el amanecer, se cantan himnos y siguen los salmos y las antífonas. A cada uno de los himnos se dice una oración. Los presbíteros, de dos en dos y de tres en tres, e igualmente los diáconos, se turnan a diario con los monjes, que, a cada himno o antífona, recitan las oraciones.

Quizás el punto importante es que se trata de un oficio monástico, lo que ha llevado a algunos historiadores a afirmar que el origen del canto pudo tener lugar no en las celebraciones públicas sino entre los primeros ascetas y monjes cristianos.

En la vida monástica el canto de salmos era una práctica importante, porque permitía distraer la mente de apetitos físicos y llenar el subconsciente de pensamientos espirituales y elevados, mientras que la parte consciente (el intelecto) quedaba libre para la iluminación mística. O como lo diría el propio San Basilio (330-379):

Los salmos serenan el alma; gracias a ellos se adquiere una paz que calma los pensamientos confusos o violentos. Porque suavizan la ira del alma, y lo que es violento y agitado pasa a ser dominado. Los salmos fomentan la amistad, unen a los que están separados, concilian a los enemigos. ¿Quién, de hecho, puede considerar enemigo a quien ha cantado con él la misma plegaria al Señor? Por tanto la salmodia, que conlleva los cantos corales, proporciona un nexo que une a las personas en la unidad armoniosa del coro, y produce además la mayor bendición: la caridad. 

La salmodia cristiana, por su origen monástico, no enfatizaba metáforas de riquezas y exuberancias como los salmos bíblicos (en los que se habla de triunfos gloriosos, coros celestiales, danzas, múltiples instrumentos, orquestas...). Por el contrario, el ideal era de disciplina, espiritualidad y recogimiento interior, y de ahí que la música que propugnaron fuera el canto llano. Desde este punto de vista, el canto llano fue más una elección que una necesidad impuesta por la falta de conocimientos musicales (puesto que la música popular y la música litúrgica precristiana eran seguramente más elaboradas).

Esta concepción la recoge también san Agustín (354-430) en sus Confesiones:

(...) cuando recuerdo las lágrimas que derramé con los cánticos de la iglesia en los comienzos de mi conversión, y lo que ahora me conmuevo, no con el canto, sino con las cosas que se cantan, cuando se cantan con voz clara y una modulación convenientísima, reconozco de nuevo la gran utilidad de esta costumbre.

Así fluctúo entre el peligro del deleite y la experiencia del provecho, aunque me inclino más -sin dar en esto sentencia irrevocable- a aprobar la costumbre de cantar en la iglesia, a fin de que el espíritu flaco se despierte a piedad con el deleite del oído. Sin embargo, cuando me siento más movido por el canto que por lo que se canta, confieso que peco en ello y merezco castigo, y entonces quisiera más no oír cantar.

¡He aquí en qué estado me hallo!


Los diferentes ritos y cantos


Cuando el cristianismo se extendió por occidente comenzó una natural tendencia a la diversificación de los ritos, debida fundamentalmente a las diferencias culturales, al aislamiento de las regiones y a la falta de una autoridad central con poder efectivo (el Papado todavía no tenía el poder que ostentaría más adelante; recordemos que por ejemplo los obispos fueron nombrados por los reyes hasta la querella de las investiduras en el siglo XI).

Un rito consistía en un calendario litúrgico (esto es, un calendario de fiestas y conmemoraciones religiosas), una liturgia (un cuerpo de textos sagrados y acciones rituales para celebrar los sacramentos) y un canto (las melodías usadas con fines religiosos).

Entre los ritos más importantes podemos citar: 
- El bizantino de la Iglesia oriental, con su correspondiente canto
- El ambrosiano de Milán, con su correspondiente canto
- El Hispánico del reino visigodo de Toledo, que fue conservado bajo la dominación musulmana con el nombre de rito mozárabe, con su correspondiente canto
- El galicano en el reino franco, con su correspondiente canto
- El rito romano, del que deriva el actual, con su correspondiente canto antiguo. 

A partir del siglo VIII comienza a surgir el canto gregoriano, que tomando elementos del canto galicano y del romano antiguo constituye una síntesis en busca de una mayor uniformización litúrgica, como veremos en el siguiente apartado.

El canto gregoriano y el desarrollo de la notación


La notación griega de la que hablamos en la anterior entrada se perdió. San Isidoro de Sevilla (536-636) afirmó que la música es hija de la memoria, porque los sonidos no se pueden escribir y perecen, lo que demuestra que era un saber ya olvidado en su época.

No obstante, se sabe que algunos cantos de los primeros cristianos fueron registrados en la antigua notación griega que se han podido descifrar. Un ejemplo es el siguiente, del siglo III:



Se trata de un papiro encontrado en Egipto, en Oxirrinco, que contiene un himno a la Santísima Trinidad con el siguiente texto:

...Que se haga el silencio.
Que las estrellas luminosas dejen de brillar,
Que los vientos y todos los ríos ruidosos dormiten;
Y con el himno al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
Que todos los poderes añadan "Amén", "Amén"
Imperio, alabanza siempre y gloria a Dios,
El único bienhechor, Amén, Amén.

Salvo esta notable excepción, no se dispone de más ejemplos de música escrita, litúrgica o no, hasta el siglo IX. La transmisión de la música, por tanto, se hizo de forma oral.

Esta transmisión no siempre era fiel. Existían numerosas convenciones y fórmulas que eran usadas por los cantantes para embellecer y variar las melodías, a menudo de modo improvisado, de forma que sólo tenían que retener en su memoria el contorno básico de las mismas. Así, los cantos evolucionaban en el tiempo, dando lugar a diferencias geográficas.

En el siglo IX la música vuelve a ser, en parte, registrada. El comienzo de la escritura musical es un cambio fundamental desde el punto de vista de la musicología histórica, ya que nos permite ser testigos de primera mano de la evolución de la música desde ese momento en adelante, así como interpretar y escuchar (no sin dificultades y grandes dosis de imaginación) lo que ellos escuchaban.

No obstante, para los hombres del momento no pareció una innovación radical. Ningún escrito de la época hace referencia a este hecho, y por tanto no sabemos exactamente la fecha en que ocurre ni a quién atribuirlo. Nadie pensó que fuera digno de mención. Es posible que esto se deba a que la introducción de la notación musical fue consecuencia de circunstancias políticas y militares más que musicales. Estas circunstancias hicieron que la música que se cantaba en Roma (el centro de la Cristiandad) tuviera que exportarse hacia el norte, a iglesias repartidas por lo que ahora es Francia, Alemania, Suiza y Austria, para unificar los cantos y los ritos. La notación, pues, apareció en el transcurso de dicha migración como un mero instrumento de transporte.

Como podéis imaginar, esta música recién registrada era litúrgica, vocal y monofónica. Esto no quiere decir, no obstante, que no existiera ya en la época una rica tradición de música secular, que no era sólo vocal sino también instrumental y probablemente no monofónica, como parece indicar el siguiente texto de san Isidoro de su obra Etimologías:

Armonía es la modulación de la voz y la consonancia o adecuación de varios sonidos. Sinfonía es la combinación proporcionada de la modulación, mediante la consonancia de los sonidos graves y agudos que se producen por la voz, el aire o la pulsación. Gracias a ella, las voces agudas y graves se combinan de manera que cualquier disonancia producida molesta al oído. Lo contrario a ella es la diafonía, es decir, las voces en disonancia o discordantes.

Pasemos pues a discutir el contexto histórico en el que renace la notación musical.

Contexto histórico


En el año 754 el Papa Esteban II (752-757 *), acompañado de numerosos cardenales y obispos, cruzó los Alpes y visitó a Pipino III, conocido como Pipino el Breve (751-768), rey de los francos. No era una visita de cortesía: fue para suplicar ayuda militar al rey contra los Lombardos, siendo el primer Papa en visitar territorio franco.

Los Lombardos, tribu germánica cuyos territorios abarcaban lo que ahora es Hungría y el norte de Italia, habían conquistado Rávena (capital entonces de la parte italiana del Imperio Bizantino) y amenazaban con llegar a Roma.

Esteban pidió entonces a Pipino que intercediera en el conflicto. Pipino, que había sido encumbrado al trono por el Papa san Zacarías, predecesor de Esteban II, no pudo negarse.

En efecto, tres años antes Zacarías había contribuido a que Pipino destronara a Childerico III, último rey merovingio. Pipino, mayordomo de Palacio, era el hombre fuerte que gobernaba en la práctica el pueblo franco. En tal situación, para legitimar su planeada usurpación del trono, Pipino realizó al Papa una comprometedora consulta: ¿Quién debía ser el rey de los francos: el que ejercía en la práctica la realeza o quien la ostentaba nominalmente? El Papa zanjó la cuestión con este veredicto: Quien lo es de hecho, séalo de derecho.

Así nació una fuerte relación de vínculos políticos y religiosos entre el Papado y la dinastía Carolingia, fundada por Pipino. Zacarías envió al arzobispo Bonifacio para que coronara a Pipino el Breve rey de los francos en nombre suyo en el año 751.

Por tanto, cuando el Papa Esteban II solicita la ayuda, Pipino acepta, y ambos acuden a la catedral de Saint-Dennis para firmar un contrato, en el que el Papa declara a Pipino "Patricio de los romanos" y lo reconoce como el legítimo heredero del reino unido de los francos, que englobaba territorios de la actual Francia, Alemania, Suiza, Austria y algunas regiones del norte de Italia. Esta ceremonia fortaleció a la dinastía Carolingia, que será la más poderosa en Europa durante los siguientes dos siglos.

Pipino invadió Italia. No sólo defendió exitosamente Roma, sino que recuperó Rávena y otros territorios circundantes. Ignorando la petición del emperador bizantino, Pipino donó dichos territorios al Papa, que pasaron a ser conocidos como los Estados Pontificios, administrados por el propio Papa.

En el año 773, Desiderio, un rey Lombardo, reanudó las incursiones en los territorios cercanos a Roma. El Papa Adriano I (772-795) volvió a solicitar ayuda al rey de los francos, que por entonces era Carlomagno (768-814). Carlomagno fue más efectivo que su padre, ya que no sólo consiguió frenar a los lombardos, sino que los derrotó de tal manera que se apoderó de su reino, incorporándolo a su Imperio en el año 774.

Por último, el sucesor de Adriano, el Papa san León III (795-816), coronó Emperador a Carlomagno tras su entrada triunfante en Roma en el año 800, sembrando la semilla del posterior Sacro Imperio Romano Germánico.

La centralización del poder y el nexo entre la autoridad papal y la imperial dieron lugar a una época de gran estabilidad política, comparable a la pax romana. Dicha estabilidad permitió un florecimiento de las artes conocido como Renacimiento Carolingio. 

Tuvo lugar un importante trasvase cultural desde Italia hacia el norte, a Francia y las Islas Británicas. Una de sus caras fue la importación del canto de la liturgia romana, pero también fueron estandarizadas otras prácticas administrativas, legales y eclesiásticas. 

La figura central de este proceso fue el teólogo Alcuino de York (735-804), que vivió en Inglaterra, el más importante foco cultural de la época. Carlomagno invitó a Alcuino a Aquisgrán para que estableciera una escuela catedralicia. Participó así, junto con lo más selecto de la intelectualidad de su tiempo, en la gran reforma educacional promovida por Carlomagno. 

Alcuino establece el estudio de las llamadas siete artes liberales como parte esencial de la educación superior. Éstas se dividían en las artes del lenguaje (Gramática, Lógica y Retórica), el trivium, y las artes de las proporciones (Aritmética, Geometría, Astronomía y Música), el quadrivium. La música se estudiaba desde un punto de vista matemático y abstracto, por lo que su estudio era posible sin contar con un sistema de notación musical. 

La razón por la que el rito romano fue importado tuvo que ver con el énfasis carolingio en la centralización de la autoridad, tanto política como eclesiástica. Los territorios del Imperio eran vastos e incorporaban diferentes lenguas, sistemas legales y ritos. Por ello Carlomagno decide valerse de la liturgia como instrumento unificador, lo que significaba desterrar el rito galicano. Así, en el año 789 promulga la ley Admonitio Generalis, que ordena a los clérigos cantar en su integridad el canto romano, y en los años 802 y 803 promulga edictos que finalmente imponen la liturgia romana en toda su extensión. 

Es posible, no obstante, que las causas políticas coexistieran con otras más personales: quizás Carlomagno y Pipino preferían sinceramente el canto romano al galicano. Hay testimonios de otras personas que toman el mismo partido, como el teólogo W. Strabo, que escribió en el año 820 que la ciencia del canto romano es más perfecta, y que el canto galicano es poco elegante e incorrecto.  

Sea como fuere, éste es el contexto principalmente político en el que surgen los primeros sistemas de notación a mediados del siglo IX, como se apuntó en el principio de la sección. Con ellos se evitaba tener que importar cantantes como única manera de extender el canto romano, aunque obviamente fue un proceso lento y en el transcurso del mismo muchos cantantes romanos fueron diseminados por el Imperio. Además, como consecuencia de las imperfecciones del sistema de notación que luego veremos, en este trasvase el canto romano se "contaminó" con elementos locales, lo que produjo la síntesis que conocemos como canto gregoriano.

La leyenda de san Gregorio 


La uniformización no se hizo sin conflictos. La resistencia del clero local, acostumbrado a celebrar la liturgia con sus propios ritos y cantos, fue grande. Quizás por ello, para facilitar la aceptación del rito romano, comenzó a circular una leyenda en la cristiandad que afirmaba que todo el legado musical romano era fruto de la inspiración de un único hombre, el Papa San Gregorio I (590-604), también conocido como Gregorio Magno, uno de los Padres de la Iglesia. Esta idea aparece recogida en la biografía de San Gregorio escrita por Juan el Diácono en el año 873. 

En dicha biografía, Juan dice que San Gregorio recopiló y escribió libros de Antífonas y Salmos con los cantos de todo el calendario litúrgico, algo imposible dado que, como sabemos, en los tiempos de San Gregorio se había perdido la notación musical.

Esta leyenda no sólo se propagó a través del libro de Juan, sino también en la imaginería pictórica. De aquí procede la tradición de representar a San Gregorio redactando los textos de la liturgia y los cantos acompañado de una paloma, que representa la inspiración divina o el Espíritu Santo, como podemos ver en la siguiente imagen del siglo IX:


Este tipo de imágenes solían acompañar los primeros libros de cantos que se extendieron por el Imperio Carolingio durante los siglos VIII y IX, consolidando la leyenda de la autoría de San Gregorio, de quien toman el nombre de cantos gregorianos. Gracias a esta tradición, usando una figura adorada y respetada por la cristiandad se logró revestir el nuevo canto con un aura de autenticidad, inspiración divina y antigüedad que acabó facilitando su adopción.

El origen del canto gregoriano 


Quien curiosamente sí tuvo más relación con el establecimiento del canto gregoriano fue el Papa Gregorio II (715-731), que probablemente fue de quien dicho canto tomó originalmente el nombre, antes de que la leyenda de San Gregorio se extendiera. Por supuesto tampoco fue Gregorio II el autor o compositor de los cantos, pues se trata de una obra colectiva y anónima realizada durante siglos. Pero sí parece que fue uno de los primeros preocupados en la recopilación de las diferentes tradiciones, y está bastante aceptada la teoría de que fue en el siglo VIII cuando, en el seno del Imperio Carolingio como hemos visto, se procede a dar cuerpo definitivo al canto gregoriano, que aparece como síntesis del canto romano y el galicano.

De los neumas a la notación moderna


La primera notación que se usó fue la llamada notación neumática. Consistía en la representación sobre una linea horizontal, sin ritmos especificados (salvo algunas excepciones), de una serie de signos gráficos para representar los sonidos de forma relativa (los ascensos y descensos de las notas). Es decir, básicamente, había signos para representar que la melodía se movía a una zona más aguda, más grave, o que permanecía igual.

Este tipo de escritura musical está más cerca de ser una ayuda mnemotécnica, que un sistema musical propiamente dicho, puesto que los textos de neumas no podían ser descifrados si no se conocía la melodía previamente.

Su origen está en la indicación de los acentos graves y agudos de las palabras latinas sobre el texto, formando los llamados neumas que representaban muy imperfectamente los giros melódicos de una pieza musical. En la notación neumática, el tempo y el ritmo dependen del texto y no se anotan. 

Inicialmente los neumas se colocaban sobre el propio texto, como podemos ver en la siguiente imagen:

Esta notación fue evolucionando, incluyendo por ejemplo la escritura de neumas en diferentes alturas (aunque sin una referencia horizontal que permitira denotar los intervalos con precisión), hasta que finalmente en el siglo XI los neumas comenzaron a representarse en líneas paralelas de diferentes alturas en los trabajos del monje Guido de Arezzo (991-1050), que creó el antecedente de los pentagramas que conocemos actualmente. Aquí se puede ver una imagen de un tetragrama (llamado así por tener cuatro líneas) del siglo XIV:




La notación musical supone además un importante cambio de mentalidad respecto a la consideración de la obra musical. Antes de poder anotarse, la obra de arte musical sólo existía durante la interpretación de la misma; por así decirlo no tenía existencia autónoma. La notación permite conceptualizar la obra como un objeto, analizarla y estudiarla, entender sus partes y la relación de éstas con el todo. Esto posibilita la creación obras de gran escala con coherencia interna, con conciencia de la función de cada una de sus partes, lo que es un hecho distintivo de las culturas musicales escritas. Se produce asimismo la sustitución conceptual en el pentagrama del tiempo por el espacio, idea que también tendrá importantes consecuencias en la historia de la música occidental.

Algo de teoría musical


El canto gregoriano se caracteriza principalmente por su textura monofónica y por el uso de melismas. El canto melismático, en oposición al silábico, consiste en la utilización de varias notas para cada sílaba. Es decir, es la técnica de cambiar la altura de una sílaba musical mientras es cantada. Para los primeros místicos cristianos era una técnica muy elevada, que producía la más pura alegría espiritual. 

La música estaba organizada en ocho modos, que aunque toman su nombre de los modos griegos no coinciden exactamente con éstos. En gran medida fue durante la institucionalización del canto gregoriano en el siglo VIII cuando se trató de adaptar las melodías que se usaban en la liturgia a las teorías musicales de la antigua Grecia, pero no todas encajaban fácilmente con las teorías modales. Y además, esta adaptación se hizo con algunos errores que perduraron en el tiempo. Posteriormente los modos dieron paso a las escalas mayores y menores de la música tonal.

Los modos, como vimos en la entrada anterior, son escalas. Cada una se caracterizaba por:
- Una nota final (similar a la tónica en la música tonal), en la que la melodía descansaba.
- Una nota recitativa (similar a la dominante en la música tonal, aunque a diferencia de ésta no siempre coincide con la quinta de la tónica), que era usada frecuentemente a lo largo de la melodía.
- El rango o ámbito, que es la amplitud interválica usada (la distancia entre la nota más grave y la más aguda).

Aquí y aquí se puede leer más sobre los modos. 

Por último, quería añadir que del siglo IX es el importantísimo tratado Musica Enchiriadis, en el que se establecen las primeras normas de la incipiente polifonía. Pero esto lo dejaremos para una futura entrada. 

Audiciones


Propongo tres ejemplos. El primero contiene cantos de diferentes ritos (ambrosiano, benaventino, mozárabe y romano), el segundo es un ejemplo más breve de canto romano, y el tercero es un ejemplo de canto gregoriano compuesto en el siglo X por Esteban de Lieja (850-920):






Espero que los disfrutéis. 


* Nota: en lo que sigue, los intervalos de fechas denotarán el tiempo de reinado o papado.

14 comentarios:

  1. Hola.

    Dos cosas importantes:

    -No está nada claro que la primitiva recitación cristiana no esté emparentada con la salmodia judía. Hay autores que sí la relacionan. Yo no soy un especialista para pronunciarme, pero no es un asunto cerrado. El testimonio de San Justino puede servir para pensar que no había canto en las comunidades cristianas de la Roma de entonces, pero en principio fueron más importantes las comunidades griegas: es demasiado poco para sacar conclusiones generales.

    -El "contexto histórico" que parece exponerse como origen de la notación, en realidad es el origen del canto gregoriano, según opinión de especialistas, parece que hoy generalmente admitida. En ese ir y venir de monjes y embajadas entre los reyes carolingios y los papas, lo que sucedió es que primero viajaron los cantos romanos a territorio de los francos, desplazando al canto galicano. Pero la tradición galicana era demasiado distinta, de modo que los cantos romanos sufrieron muchas transformaciones en Francia y se convirtieron en algo totalmente distinto. Después emprendieron el camino de vuelta a Roma, ya bajo la autoridad imperial, y se comprobó que ya tenían poco que ver con el canto romano antiguo, pero en lugar de desecharlos para volver a la tradición romana auténtica, fue el romano antiguo el que quedó marginado en la propia italia, y se impuso ese híbrido originado en territorio franco que más tarde se conocerá como "gregoriano" (por esa falsa atribución al papa San Gregorio Magno). Puedo contarlo con más detalle si interesa, releyendo alguna cosa.

    La notación en realidad no tiene demasiado que ver con este proceso, ya que se inician tradiciones de notación también en otros lugares. En Hispania, por ejemplo. O al menos, es la primera vez que leo que ese proceso franco-italiano esté en el origen de la notación: ¿cual es la fuente?

    El repertorio de cantos que había que memorizar llegó a ser muy amplio, de modo que se comenzaron a practicar una serie de garabatos para ayudar a la memoria del sufrido cantor, pero que no servían para poder leer la música si previamente no se conocía la melodía, ya que no había líneas horizontales que determinasen la altura exacta de cada nota, o había sólo una (después fueron dos y luego cuatro, con cuatro ya se podía saber la altura exacta sin ayuda de la memoria).

    Saludos.

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    1. Gracias por el comentario, Anónimo.

      Ambas hipótesis las saqué del Taruskin.

      Lo de San Justino es verdad que sólo prueba que no los hubiera en Roma, y las costumbres de las comunidades griegas bien podían ser muy distintas. A mí en realidad me convence más la diferencia de estilos, esto es, el hecho de que parece que la salmodia judía implicaba instrumentos y una música más "gloriosa". Pero estoy con usted en que no parece una cuestión muy cerrada.

      Es cierto lo de las otras notaciones. Según pone en la wikipedia (que para estas cosas puede no ser muy fiable), la notación visigótica surge en el siglo VIII (es decir, sería contemporánea de la carolingia), y tiene características similares, aunque los símbolos son distintos. Esto podría indicar que su origen no fue espontáneo, sino por difusión de ideas. Quizás los monjes de algún monasterio del norte de la península vieron la notación neumática y la adaptaron, pero no sé. También parece una cuestión dudosa.

      Por supuesto que interesa lo del origen del gregoriano. Lo del viaje de ida y vuelta no lo sabía.

      Saludos,

      Jaime

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  2. Sobre el viaje de ida y vuelta:

    El asunto viene bien detallado en Giulio Cattin: El medioevo, primera parte, en Historia de la música, 2, editorial Turner, páginas 57-60.

    La historia es más o menos la misma, pero contada desde el punto de vista del repertorio cantado, no de la notación. El cerco longobardo había favorecido el aislamiento de Roma y por tanto la disparidad de ritos transalpinos. Los papas Zacarías y Esteban II pidieron ayuda a Bizancio sin resultado, de manera que el segundo cambió de rumbo y pidió ayuda a los francos, menos civilizados pero situados a la espalda de los longobardos. Era el 753, y el rey de los francos Pipino el Breve. El contacto fue positivo, y para cerrar negociaciones viajó a territorio franco el mismo papa, escoltado por el obispo de Metz Crodegango, y pasó allí el nada despreciable periodo de dieciseis meses. Una carta cuarenta años posterior de Carlomagno (hijo de Pipino, como todos sabemos) afirma con claridad que esa visita del papa supuso el origen de la revisión litúrgica en Francia, y obviamente, cambiar los textos que se cantan implica cambiar también la música que los acompaña, salvo que se tratase de meras fórmulas recitativas. Este es el punto de arranque que establece Cattin, que imagina al papa bastante sorprendido por la diferencia de rito practicada por los francos e interesado por remediar el asunto. Efectivamente, se sabe que Crodegango inició inmediatamente la reforma en Metz, adoptando los cantos romanos y convirtiendo esa ciudad en centro de irradiación de los mismos para el reino franco. Pipino impuso el rito romano en su reino, y su sucesor Carlomagno prohibió que siguiera practicándose el antiguo rito galicano Algún que otro prelado italiano se sabe que estuvo en el reino franco, pero sobre todo parece ser que viajaron libros. Ahora bien, ya desde el principio estos libros fueron objeto de manipulaciones y añadidos, a lo largo de la última década del siglo VIII y primeras del IX, ya que el contacto entre Francia e Italia no era lo bastante fluido como para mantener la unidad de criterio. A la muerte de Carlomagno el imperio de éste (el papa le había nombrado emperador como recompensa por sus servicios) se divide en tres partes, dos de las cuales caen en rápido proceso de feudalización (y por tanto disgregación), manteniéndose unida solamente la parte alemana: esta será la parte que reclamará el título imperial, y que intentará controlar Italia como correspondía a su título ("emperador" quería decir entonces "emperador de Roma", no de ninguna otra cosa). En Maguncia se redactaba un Pontificale hacia el año 950, que será llevado a Italia por obispos alemanes, y aceptado finalmente en la misma Roma. Los cantos que llegaban a Roma de manos alemanas, y que se imponían como auténticos, supone Cattin que constituyen el germen del "gregoriano", y ya no se parecían a los que se cantaban en la propia Roma: eran el resultado de la hibridación producida en territorio franco, favorecida por décadas de aislamiento, y por la ausencia de notación musical clara y definida.

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    1. Sí, es una historia similar. Gracias por contarla.

      Lo que no sabía es que vino del Papa la idea de introducir el rito romano en Francia. En el Taruskin da a entender que fue más bien cosa de Carlomagno con el objetivo de centralizar su poder y homogeneizar sus vastos territorios.

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    2. En tal caso Taruskin se equivoca, porque el proceso se inicia ya con Pipino el Breve. Puede suponerse que ambos estaban interesados -el papa y los reyes francos (después emperador)-, pero son suposiciones. Y puestos a suponer, es más creíble el interés del papa: la iglesia y su unidad le concernía directamente, pero al poder del emperador poco le daba que el rito en las iglesias tuviese o no grandes variaciones; le concernía mucho más el prestigioso título imperial (para lo cual debía satisfacer al papa en todas sus intenciones), además de una política expansiva para recompensar a sus allegados que aquí no viene al caso (o sí, porque precisamente el título imperial venía a legitimarla).

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    3. Perdón, ha sido un error mío. Lo que quería decir es que Taruskin da a entender que viene del rey (sea Pipino o Carlomagno) y no del Papa. De hecho, dice que esta transferencia empieza con Pipino, pero es Carlomagno el que da el paso definitivo de prohibir la liturgia galicana con la Admonitio Generalis.

      Olvidé mencionar que no sólo lo leí en el Taruskin. También en este libro (desde la página 18 ):

      http://books.google.es/books?id=KFHXvBuFR4kC&pg=PA19&lpg=PA19&dq=strabo+pipino+carlomagno&source=bl&ots=5-rYZH_wd8&sig=8etxQuJHdTXNwIR5Cjs23-9QkXQ&hl=es&sa=X&ei=zIPEUJLJKceyhAfQloD4Dg&ved=0CFUQ6AEwBA#v=onepage&q=strabo%20pipino%20carlomagno&f=false

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    4. Sí, Pipino adopta la liturgia romana y Carlomagno cierra el proceso prohibiendo la galicana. Mi objeción quedará entonces reducida a la interpretación de las intenciones carolingias: no consigo imaginarme los grandes beneficios que podía obtener Carlomagno unificando la liturgia, ni siquiera los pequeños; no me cuesta valorar, sin embargo, las ventajas que obtuvo de complacer todos los deseos papales, entre ellas el título imperial que venía a legitimar una política expansiva de la que no podía prescindir. ¿Me extiendo sobre esto último? Por tanto, me parece que la única explicación sobre la oportunidad de unificar los ritos debe partir de las intenciones del papado.

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    5. Por favor, extiéndase. Ya sabe que le voy a decir que sí siempre que pregunte algo así... :)

      Según Taruskin, los beneficios consistirían en la unidad y cohesión de sus territorios. Aunque teniendo en cuenta las resistencias que hubo en el proceso no parece que se pueda justificar por ahí. La hipótesis del Papa me resulta más sólida.

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    6. Si Taruskin dice eso, me temo que no está muy puesto en la perspectiva histórica. Tendría que explicar muy bien de qué manera puede afectar a la unidad política que los ritos eclesiásticos sean o no diversos, máxime cuando esto no comportaba ningún cuestionamiento de las jerarquías eclesiásticas. Mientras no me lo expliquen bien, me inclino por que tal conexión no existe en absoluto.

      Lo que sí existía -y es el tema del que propuse extenderme- es una necesidad de expansión territorial. Lo leí en un artículo monográfico que me resultó muy clarificador: para mantener la lealtad de sus guerreros/nobles allegados, los reyes francos necesitaban recompensarles, y no había otra manera mejor de hacerlo que con tierras. Para no disgregar el patrimonio de la casa real, era necesario que estas tierras fuesen de otros, es decir conquistadas, y además la lealtad se potenciaba mucho cuando estos círculos de nobles belicosos veían en la empresa conquistadora una fuente de ganancias casi segura si alcanzaban la victoria. Por otro lado los nobles ya terratenientes tenían sus hijos, y si el rey no quería convertir en hereditario el patrimonio de estos, lo que llevaría inevitablemente a la feudalización y consecuentemente a la disgregación política, si quería mantenerlos en su círculo de fieles colaboradores, tenía que prometerles lo mismo que ya tenían sus padres, obviamente mediante nuevas conquistas. De este modo el reino franco tenía una dinámica más frágil de lo que parecía, ya que estaba obligado a crecer constantemente si quería sobrevivir políticamente. Y efectivamente, el final y la feudalización llegaron muy pronto apenas dejó de crecer, con los sucesores de Carlomagno (la parte alemana encontrará una solución peculiar, pero eso es otra historia). Y para esa política de expansión permanente que el reino franco necesitaba, el título imperial otorgado por el papa constituía una fuente de legitimación nada despreciable. Disponiendo de ese título, el emperador ya no estaba conquistando reinos ajenos, sino reconquistando lo que por derecho le pertenecía: el imperio romano, imperio universal fuera del cual sólo se reconocía barbarie y nadie tenía derechos. Para la mentalidad de la época, equivalía a la diferencia que hoy percibimos en tomar determinadas medidas impopulares bien por un gobierno democráticamente elegido o bien por otro establecido dictatorialmente. Ese respaldo moral que el papa podía otorgar al reino franco es suficiente para explicar que Carlomagno se desviviese por agradar al papa en todo lo que no le perjudicase a él, y creo que sobra para explicarnos su celo en unificar el rito.

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  3. Muy interesante y muy bien explicado.

    Tengo la impresión de que el canto romano era más proporcionado, comedido y menos atrevido que los otros...
    Hay un fenómeno ligado al canto religioso, las contrafacta, que resultan sumamente divertidas y creo que era bastante habitual en la música medieval profana:
    http://www.youtube.com/watch?v=_7DMcG3UCY0

    ¿Tiene algo que ver que los compiladores actuales del repertorio "gregoriano" sean los monjes de Solesmes con que el rito tuviera influencia especialmente gálica?

    Saludos.

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    1. No, no tiene nada que ver.

      Solesmes es simplemente el centro que inició el movimiento de recuperación autenticista del gregoriano. El canto gregoriano, practicado sin interrupción durante los siglos que van de la alta edad media hasta la actualidad, había sufrido alteraciones debidas al cambio de gusto de cada época, imposibles de depurar si no era de manera intuitiva, ya que la notación primitiva no determinaba claramente cosas tan importantes como la duración de las notas o los acentos rítmicos. Los monjes de Solesmes iniciaron el movimiento de depurar los malos hábitos interpretativos acumulados e intentar aproximarse a lo que se supone se hacía en los tiempos de su creación. Tras superar muchas resistencias ese movimiento triunfó en instancias oficiales, de ahí que Solesmes sea un referente para el gregoriano actual.

      Voy con el asunto de la notación, que se me había quedado pendiente.

      Las dos imágenes de notación incorporadas en el mensaje no corresponden simplemente a una anterior y otra posterior, sino a dos tradiciones distintas. La imagen superior ("Jubilate deo...") corresponde a las escuelas de notación instauradas en el este de la actual Francia y zonas cercanas como el importante monasterio suizo de Saint Gal (había variantes, pero de similares características); precisamente Metz, cuya importancia para la aparición del gregoriano acabamos de comentar, era uno de estos centros. La característica común de este tipo de notación es despreocuparse por la altura de los sonidos y reflejar con precisión los asuntos rítmicos y agógicos.

      Nuestra notación procede más bien de la escuela aquitana (obviamente sur de Francia), que se preocupó más por la altura de los sonidos y en cambio se despreocupó de la rítmica y la agógica. Surge algo después, en el siglo XI, y en principio no era del todo distinta: simplemente los neumas tienden a simplificarse en puntos y se dibuja una línea en torno a la cual se orienta la altura de los sonidos de manera aproximativa según se escriban los neumas por arriba o por debajo de la misma. El ejemplo segundo del mensaje ("Gaudeamus omnes..."), efectivamente, ya permite una lectura exacta de la altura de cada nota (esa especie de C al comienzo de cada tetragrama señala la línea correspondiente al Do), aunque no aclara la cuestión rítmica.

      He terminado de leer el mensaje, y veo otra afirmación que podría inducir a engaño: el gregoriano usa melismas, sí, pero no forzosamente. Hay momentos melismáticos y momentos silábicos, dependiendo del tipo de oración y del carácter del texto. Especialmente melismático, por ejemplo, es siempre el tratamiento de la exclamación "Aleluya". Tampoco está claro que el gregoriano fuese más melismático que las diversas tradiciones precedentes. Lo que sí parece distinguirle de las tradiciones propias del sur de Europa occidental (entre ellas la hispana), es su gusto por los intervalos amplios, es decir, por saltar de una nota a otra de altura considerablemente distinta, cosa que los mediterráneos parecían estimar bastante poco.

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    2. Muchísimas gracias por tan interesantes respuestas. Da gusto...

      Lo de Solesmes lo dejaré para otra entrada, que quizás tenga su interés.

      Saludos.

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  4. Respecto a la música judía y la supuesta influencia en la cristiana, he encontrado un sitio de la Biblia más relevante que el salmo 150, en el libro de Crónicas:

    http://bibliaparalela.com/1_chronicles/23-5.htm

    http://bibliaparalela.com/1_chronicles/25-1.htm

    Curioso que en la cita anterior del capítulo 25 dice profetizar, pero en esta versión dice improvisar:

    http://www.pastoralsj.org/index.php?option=com_content&view=article&id=187&Itemid=13&libro=12&capini=25

    En todo caso, parece claro que los instrumentos tenían una función relevante en el culto. Había sacerdotes dedicados sólo a la música, y tocaban instrumentos. Incluso me atrevería a decir, por algunas expresiones que he leído en la Biblia, que era música de carácter alegre y festivo. Esto es algo que parece lejos del canto monofónico gregoriano, mucho más recogido.

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    1. Otro fragmento significativo (del versículo 11 en adelante):

      http://www.pastoralsj.org/index.php?option=com_content&view=article&id=187&Itemid=13&libro=13&capini=5

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